Hoy, las enfermedades crónicas son un problema de salud pública importante en todo el mundo. En 2005, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calculó que el 61% de todas las muertes (35 millones) y el 49% de la carga mundial de morbilidad eran atribuibles a enfermedades crónicas. Se estima que en 2030 la proporción del total mundial de defunciones debidas a enfermedades crónicas llegará al 70%, y la carga mundial de morbilidad al 56%.
Las enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) son problemas de salud que requieren manejo durante años o decenios, se caracterizan por ser persistentes, requieren a través del tiempo algún nivel de manejo de atención de salud, aumentan continuamente en todo el mundo, y ningún país es inmune a su repercusión, desafían seriamente la eficacia y competencia de los sistemas de atención de salud actuales y prueban nuestra capacidad para organizar sistemas que satisfagan demandas inminentes, engendran consecuencias económicas y sociales cada vez más graves en todo el mundo y amenazan los recursos de atención de salud de los distintos países.
Se estima que en 2030 la proporción del total mundial de defunciones debidas a enfermedades crónicas llegará al 70%, y la carga mundial de morbilidad al 56%.
La realidad de Panamá no es la excepción; de acuerdo con un informe del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), entre el 2005 y el 2009, fallecieron unas 73 mil 906 personas a causa de estas enfermedades crónica, siendo las personas con mayor riesgo aquellas que están en la edad productiva, es decir, entre los 20 y 60 años.
La combinación de cuatro factores de un estilo de vida saludable —mantener un peso saludable, hacer ejercicio regularmente, seguir una dieta saludable y no fumar— parece estar asociada a una reducción de hasta un 80% en el riesgo de desarrollar las enfermedades crónicas más comunes y mortíferas. Esta circunstancia refuerza las recomendaciones actuales en materia de salud pública de que se sigan hábitos de estilo de vida saludables y, como estos hábitos a menudo se adquieren durante las etapas formativas de la vida, es especialmente significativo comenzar pronto a impartir lecciones importantes sobre una vida sana.
Sin embargo, a pesar de los beneficios conocidos de un estilo de vida saludable, solo una pequeña parte de los adultos siguen esa rutina; de hecho, el porcentaje de los que llevan una vida sana está disminuyendo. Desafortunadamente, hay muy poca conciencia pública sobre la relación entre la salud y el estilo de vida. Por ello es importante establecer estrategias en promoción y prevención en salud que intercepten la historia natural de la enfermedad ya sea evitándola o en caso de ya padecerla, lograr intervenir en etapas tempranas de la misma, en las cuales el daño se está recién iniciando y puede ser aún reversible contribuyendo a mejorar la calidad de vida de las personas.